Un local liberal es como una playa de guiris

Por fin aparece Gollum. Pero lo que pasó en la or gia es propio de una playa de guiris

Este es el momento en el que Gollum aparece.

Pero antes ocurrió una cosa.

Después de ver la mazmorra (estaba vacía aún), decidimos bajar abajo y ver qué había más en profundidad, aparte de los vestuarios.

La otra zona era una zona de camas y unas rejas como para jugar a introducir el miembro por ellas y que tu pareja o una tercera persona esté del otro lado haciendo… ya sabes qué.

No se veía mucho, pero sí pudimos observar a una pareja que estaba al fondo del todo tumbada jugando. Haciéndolo lento y entre ellos.

Como no había apenas gente y tampoco había nada mejor que hacer, decidimos sumarnos, aunque no llegamos a ponernos al lado de esta pareja. Pusimos nuestras toallas una al lado de la otra, encima de las colchonetas que forman las camas (están todas juntas y para el acto son bastante cómodas, pero mejor si pones la toalla encima, como cuando vas a la playa), y al final empezamos a hacerlo entre nosotros.

Igual es impresión nuestra que la gente lo hace lento (bueno, menos Heidi y el abuelito, aunque al ritmo que podía el pobre, pero no le daba precisamente suave, un crack el hombre, yo quiero eso para mí a su edad), o que tienen vergüenza o no sé. Todavía 8 años después sigo con esa incógnita. Pero bueno nosotros lo hicimos normal y el caso es que había gemidos, son inevitables.

Este dato en sí mismo es irrelevante. Cada uno gime como gime y al volumen que gime y cuando quiere gemir gime. Pero estos gemidos debían gritar: “ven a ver el espectáculo”, porque aquello se empezó a llenar de gente en una habitación que no era más grande que mi dormitorio.

De estar el locla completamente vacío a llenarse sólo esa habitación en 15 minutos. Primero todos acercándose a ver qué pasaba y después aquello se convirtió en una especie de playa indoor nocturna: de repente todo lleno de toallas unas al lado de otras. Primero a nuestro lado derecho, luego al lado derecho de estos… y ya a lo último nos rellenaron el hueco que teníamos con esa pareja que nos motivó a ponernos ahí, porque no había donde meterse.

Hasta el punto que se formó una cola de gente de pie en el nulo espacio que había, como en una playa de guiris esperando a ver cuándo vuela el viento una toalla para poder plantar la suya. Había un chico con un moño que debía estar tremendo ahí. Triscadora lo vio y se quedó enamorada. No sé cómo lo hizo, yo sólo veía aglomeración de toallas.

Además es que esto fue literal. Porque de repente una chica se mete de lleno en mi toalla, se tumba a mi lado mirando hacia a mí y me coge el miembro con la mano. Antes de que pudiera darme cuenta estaba el chico de esa chica entrando por detrás, como si hubiese mandado a su mujer a una escaramuza.

Pedimos amablemente que retirase la mano. ¡Que no les conocíamos de nada! Y más entrando de esa manera, invadiendo mi toalla. Así que como aquello se había quedado incómodo de narices, salimos de ahí como pudimos y yo sin toalla.

Lo mejor vino cuando tampoco había espacio en el pasillo para salir, y ahora adivina dónde están mis chanclas (te las dan junto a la toalla). Al vestuario en pelotas y descalzo. Y para colmo el del moño no estaba, debía haberse llevado una toalla el viento (espero que no usurpada, esas cosas sólo me pasan a mí).

En el vestuario le pedí las chanclas a triscadora, y me subí como Dios me trajo al mundo a recorrerme el local entero para llegar a la recepción, donde pude pedir por favor que me dieran otra toalla. No sin antes dar las correspondientes explicaciones, porque no es muy normal ir perdiendo toallas (ja, ja).

Cuando volvimos a la calma, fuimos otra vez a la barra, con toalla y chanclas nuevas. Pedimos la segunda consumición y acto seguido nos entró una pareja. Dijimos que no. El local ya empezaba a tener movimiento, era prácticamente la 1 de la mañana.

Había tanto movimiento que a una chica le estaban haciendo oral en uno de los laterales de la barra. La verdad que esas cosas hay que verlas para creerlas, a cualquiera, sea liberal o no, le recomendaría que se lanzase una vez en la vida a este tipo de cosas sólo porque tienes historias como esta para contar.

Fíjate, de una sola experiencia. Y sin necesidad de hacer nada.

De repente nos llega, y a pesar de la música, los gritos (esto eran gritos, no gemidos, gritos) de una mujer procedentes de la mazmorra. Se oían por encima de la música, repito, y eso es como una discoteca. No podemos evitar acercarnos a ver qué pasaba.

Ahí estaba.

Un hombre de mediana edad, con 4 pelos muy finos y largos (no tengo nada en contra de los hombres con poco pelo pero, entiéndeme, es que es muy característico para este caso), muy delgadito, casi huesudo diría yo… y muy feo. Pero mucho. Daba como grima mirarle, todo él era Gollum. Una fotocopia.

Sustituye el taparrabos por un empotramiento a una pobre mujer que espero que pudiera sentarse después de aquello. Jesús bendito. En la vida hemos visto cosa igual. Nos quedamos mirando como dos tontos, a Gollum primero y entre nosotros después. En plan… da igual como seas, si eres un empotrador de verdad lo tienes todo hecho.

Nos quedamos un rato con la tontería. No dábamos crédito. La chica se corría, paraba un momento porque le temblaban las piernas, y volvía a pedirle más. Gollum era como un robot, pero uno que cumple bien. La cogía por el cuello y por la cabeza y seguía y seguía mientras ella se quedaba sin cuerdas vocales. Parecía que habíamos pagado una entrada a un espectáculo, no a un local liberal.

Cuando salimos del espectáculo empotramientogollumesco, fuimos a la zona de la piscina y las camas de arriba, donde se supone está la atracción principal.

Ahí apareció nuestra pareja. Tenían nuestra edad, eran nuestro prototipo de hombre y mujer fisicamente hablando. Las miradas se cruzaron según entramos…

Mañana a la misma hora.

Feliz día,

Triscadores.